Atendiendo una sugerencia puntual de una colega y aprovechando la coyuntura del calendario me propuse escribir algo sobre el amor y la economía.
El amor puede ser entendido y estudiado por muchas disciplinas: la filosofía habla de la metafísica del amor, incluso su etimología significa "amor por la sabiduría", en psicología se estudia el amor como los vínculos afectivos o de apego que surgen entre las personas; en la química se describe el proceso amoroso como las reacciones fisiológicas que surgen en una persona a través de descargas neuronales y segregación de hormonas como la feniletulamina que es responsable de aumentar la energía física y la lucidez mental, o la dopamina que inhibe el apetito.
En economía existen varias formas de analizar el amor, la más sencilla es asumir que es algo que satisface una necesidad humana, por tanto, es un recurso escaso que debe ser asignado eficientemente. El amor satisface necesidades emocionales (afectivas, seguridad, compañia) o materiales (pensemos en el matrimonio o el noviazgo como una "asociación que permite acceder a más y mejores bienes y servicios").
En mi búsqueda de interpretaciones económicas del amor, hallé dos interesantes de comentar y que se complementan una con otra: la primera tiene que ver con el mercado del amor y la segunda con los llamados costos del amor.
Para analizar el primer enfoque pensemos en un individuo -lo llamaremos Jorge Tomás- que pretende hallar el amor de su vida. Nuestro amigo tiene un "precio de reserva para el amor", este precio establece las cualidades mínimas que una potencial compañera (o) debe cumplir para poder convertirse en pareja sentimental de Jorge Tomás. Algunas de estas cualidades mínimas pueden ser la estética de la persona, su capacidad monetaria, niveles de inteligencia, educación, sus habilidades sexuales, etc. Estas cualidades o estándares que determinan los precios de reserva "amorosos" son establecidos tomando en cuenta las preferencias o gustos de las personas. Si Tomás tiene estándares normales o precios de reserva amorosos relativamente bajos entonces hallar una pareja será relativamente rápido, sin embargo, si Tomás quiere que su pareja sea modelo de pasarela, con varios millones en la cuenta bancaria y con un C.I. de 110 entonces seguramente le resultará un tanto difícil encontrar el amor (sobre todo si Tomás no es un ejemplo de belleza y poder económico).
En este punto podemos incluir el segundo enfoque de la economía del amor: los costos. Si Tomás tiene un precio de reserva amoroso alto entonces deberá incurrir en costos del amor altos: el primero es el costo de búsqueda, que incluye todo el tiempo, dinero y energía invertidos por Tomás tratando de encontrar a su pareja visitando bares, fiestas, chateando, etc. Otro tipo es el costo del cortejo, puede incluir el gasto de Tomás en cenas elegantes, salidas en la noche, regalos o "detalles". Estos costos pueden ser "hundidos" o irrecuperables si el resultado de ligue de Tomás es negativo. Otros tipos de costos asociados al amor son el costo de rechazo (imagínense a Tomás deprimido en la cama por una decepción amorosa) o el costo de mantener vivo el amor (las citas se siguen dando aún después del proceso de cortejo).
Supongamos que Tomás incurre en costos muy altos del amor y logra iniciar una relación, obviamente, nuestro galán recibe beneficios (desde la correspondencia de sentimientos o la adquisición conjunta de bienes y servicios hasta mejores relaciones físicas o sexuales). Entonces si al aplicar un balance o análisis de costo-beneficio resulta que los beneficios descontandos por los costos incurridos son positivos, entonces nuestro amigo Tomás gozará del amor desde el punto de vista económico. En caso contrario, deberá restablecer sus precios de reserva, entrar al mercado del amor e incurrir en nuevos costos de búsqueda.
En fin, ojalá el amor fuera así de simple...
PS. Se reciben sugerencias para futuras entradas, esta se debió a la petición de mi colega Andrea ¡saludos!